Cuando era pequeña mi abuela me contaba historias muy bonitas, unas de sus experiencias y otras de sus lecturas, y fue asi junto a ella que conoci la sutil forma de pensamiento que tienen los camellos. Yo las llamo "camelladas" porque son ataduras imaginarias, falsas creencias sobre nuestro mundo, cosas que los demás nos hacen creer que son ciertas y actuamos como si lo fueran. Por eso nada mas oir este cuento ya me sentí un poco aludida y después de reflexionar bastante más libre.
“Hace muchos, muchos años una caravana de camellos cargados de ricas mercancías atravesaba un recóndito desierto. Su guía, un joven muchacho, estaba deseando llegar hasta el pequeño oasis en el que podrían pasar la noche. Llegaron al final de la tarde y el anciano que cuidaba el pozo de agua junto a las palmeras le saludo amablemente y le invito para que atase sus camellos a cada una de las estacas que había clavadas en la arena para tal fin.
Sin embargo, el joven pronto se dio cuenta que solo había veinte estacas y él llevaba veintiún camellos. Ato sus veinte camellos y con el último no sabia que hacer. Si no lo ataba durante la noche podía escapar y perderse, y si tenía que vigilarlo entonces no podría descansar. El anciano casi adivinando sus pensamientos se acerco hasta él y le ofreció una solución, pero al escucharla el muchacho un tanto incrédulo pensó que era absurda.
El anciano le dijo: no te preocupes, tú te colocas delante del camello, haces como que lo atas a una estaca imaginaria, mueves tus manos y tus brazos para que no le quepa duda de que está bien atado y déjalo allí. Luego duerme tranquilo.
El camellero así lo hizo, se situó delante del camello y comenzó a mover sus manos de aquí para allá como hacía siempre que lo ataba. Mientras el camello miraba atentamente la forma en que le ataban con ese cordel imaginario. Cuando el joven termino la operación el camello se tendió, exactamente como habían hecho los demás.
A la mañana siguiente el camellero comenzó a desatar a los camellos y estos empezaron a levantarse pesadamente para reanudar la marcha. Sin embargo el camello número veintiuno no obedecía y a pesar de sus gritos continuaba tendido.
Entonces el anciano se acerco de nuevo y le explico que el camello pensaba que todavía estaba atado y que debería acercarse y desatarlo primero. ¿Cómo? Si el camello realmente no esta atado, pensó el joven. Muy sencillo le dijo el anciano: mueve tus manos delante de sus ojos, para que el camello comprenda que está ya desatado y libre para el camino. El camellero obedeció, movió de nuevo sus brazos en dirección contraria a como lo había hecho la tarde anterior, de esa forma fue desatando cada uno de los nudos imaginarios que había realizado con aquel invisible cordel. Una vez terminado ni siquiera necesito decir nada, el camello que ahora se sentía libre se levanto y se puso en fila detrás de sus compañeros para reanudar la marcha”.
Y durante el resto de su vida el camellero continúo recordando lo que había aprendido en aquel oasis. Supongo que pensó, al igual que yo, como muchas de nuestras ataduras son tan imaginarias como los nudos de aquel cordel invisible y como cada uno de nosotros llegamos a creérnoslo a lo largo de toda una vida. Sin embargo, siempre estamos a tiempo de romper esas cadenas y de encontrar nuestra autentica libertad.
“Hace muchos, muchos años una caravana de camellos cargados de ricas mercancías atravesaba un recóndito desierto. Su guía, un joven muchacho, estaba deseando llegar hasta el pequeño oasis en el que podrían pasar la noche. Llegaron al final de la tarde y el anciano que cuidaba el pozo de agua junto a las palmeras le saludo amablemente y le invito para que atase sus camellos a cada una de las estacas que había clavadas en la arena para tal fin.
Sin embargo, el joven pronto se dio cuenta que solo había veinte estacas y él llevaba veintiún camellos. Ato sus veinte camellos y con el último no sabia que hacer. Si no lo ataba durante la noche podía escapar y perderse, y si tenía que vigilarlo entonces no podría descansar. El anciano casi adivinando sus pensamientos se acerco hasta él y le ofreció una solución, pero al escucharla el muchacho un tanto incrédulo pensó que era absurda.
El anciano le dijo: no te preocupes, tú te colocas delante del camello, haces como que lo atas a una estaca imaginaria, mueves tus manos y tus brazos para que no le quepa duda de que está bien atado y déjalo allí. Luego duerme tranquilo.
El camellero así lo hizo, se situó delante del camello y comenzó a mover sus manos de aquí para allá como hacía siempre que lo ataba. Mientras el camello miraba atentamente la forma en que le ataban con ese cordel imaginario. Cuando el joven termino la operación el camello se tendió, exactamente como habían hecho los demás.
A la mañana siguiente el camellero comenzó a desatar a los camellos y estos empezaron a levantarse pesadamente para reanudar la marcha. Sin embargo el camello número veintiuno no obedecía y a pesar de sus gritos continuaba tendido.
Entonces el anciano se acerco de nuevo y le explico que el camello pensaba que todavía estaba atado y que debería acercarse y desatarlo primero. ¿Cómo? Si el camello realmente no esta atado, pensó el joven. Muy sencillo le dijo el anciano: mueve tus manos delante de sus ojos, para que el camello comprenda que está ya desatado y libre para el camino. El camellero obedeció, movió de nuevo sus brazos en dirección contraria a como lo había hecho la tarde anterior, de esa forma fue desatando cada uno de los nudos imaginarios que había realizado con aquel invisible cordel. Una vez terminado ni siquiera necesito decir nada, el camello que ahora se sentía libre se levanto y se puso en fila detrás de sus compañeros para reanudar la marcha”.
Y durante el resto de su vida el camellero continúo recordando lo que había aprendido en aquel oasis. Supongo que pensó, al igual que yo, como muchas de nuestras ataduras son tan imaginarias como los nudos de aquel cordel invisible y como cada uno de nosotros llegamos a creérnoslo a lo largo de toda una vida. Sin embargo, siempre estamos a tiempo de romper esas cadenas y de encontrar nuestra autentica libertad.
Comentarios
Publicar un comentario