Neuroteología.
El estadounidense Andrew Newberg, célebre investigador sobre centros cerebrales, realizó sus investigaciones con una novedosa disciplina llamada «neuroteología».
Este tipo de investigaciónes han sido objeto de todo tipo de comentarios, ya que si para sus artífices debe ser considerada como un argumento a favor de la existencia de Dios, para otros, más críticos, este circuito cerebral de la espiritualidad confirma que la experiencia espiritual o religiosa de la especie es sólo un producto más de la actividad cerebral, sin ningún soporte real fuera de nuestra percepción.
Para los defensores de este punto de vista, la creencia religiosa ha sido prevista por la evolución con una doble función: por un lado, para ayudar a los seres humanos a superar las dificultades de la vida, y por otro lado, para contribuir a la supervivencia, lo que explica por sí mismo su implantación en la neurogénesis.
La neuroteología, también conocida como bioteología o neurociencia espiritual , es el estudio de las actividades neuronales relacionadas con experiencias subjetivas de espiritualidad, ofreciendo un conjunto de hipótesis que explican este fenómeno. Quienes sostienen estas ideas afirman que existen correspondencias de bases neurológicas y evolutivas con una amplia gama de experiencias subjetivas, tradicionalmente categorizadas como experiencias religiosas.
Quien utilizó el término por primera vez fue Aldous Huxley en su novela utópica "La isla". Aunque Huxley lo utilizaba en un principio bajo un contexto filosófico.
Todo el mundo se interroga sobre las conclusiones de tipo trascendente que se derivarían de tales experimentos neurológicos que han provocado el alborozo de ateos militantes que creen confirmada su tesis de que Dios no es otra cosa que una colosal ilusión de nuestro cerebro con una existencia meramente virtual.
Tanto Newberg como Beauregard nos previenen contra la tentación de traspasar los límites del campo reservado a la ciencia experimental e irrumpir en el terreno de la filosofía y de la mística. Decir si Dios existe o no, no es cosa de los científicos. Ambos están de acuerdo en que su investigación se ciñe a lo que es verificable con el instrumental que proporciona la ciencia. Y ambos confiesan con gran honradez que su «investigación» no permite ni confirmar ni debilitar la realidad trascendente de Dios».
Quien utilizó el término por primera vez fue Aldous Huxley en su novela utópica "La isla". Aunque Huxley lo utilizaba en un principio bajo un contexto filosófico.
Volviendo con Andrew Newberg, este investigador ha sometido a una experiencia neuroteológica a un grupo voluntario de monjes budistas durante su meditación «zen» y observado las alteraciones reales concomitantes que se producían en los cerebros de estos monjes que afirmaban sentirse en fusión con el «Todo» trascendiendo lo somático y superando los límites del espacio y del tiempo. Después Newberg ha extendido su investigación cerebral a un grupo de religiosas franciscanas de vida contemplativa.
Todo el mundo se interroga sobre las conclusiones de tipo trascendente que se derivarían de tales experimentos neurológicos que han provocado el alborozo de ateos militantes que creen confirmada su tesis de que Dios no es otra cosa que una colosal ilusión de nuestro cerebro con una existencia meramente virtual.
Tanto Newberg como Beauregard nos previenen contra la tentación de traspasar los límites del campo reservado a la ciencia experimental e irrumpir en el terreno de la filosofía y de la mística. Decir si Dios existe o no, no es cosa de los científicos. Ambos están de acuerdo en que su investigación se ciñe a lo que es verificable con el instrumental que proporciona la ciencia. Y ambos confiesan con gran honradez que su «investigación» no permite ni confirmar ni debilitar la realidad trascendente de Dios».
Este tipo de investigaciónes han sido objeto de todo tipo de comentarios, ya que si para sus artífices debe ser considerada como un argumento a favor de la existencia de Dios, para otros, más críticos, este circuito cerebral de la espiritualidad confirma que la experiencia espiritual o religiosa de la especie es sólo un producto más de la actividad cerebral, sin ningún soporte real fuera de nuestra percepción.
Para los defensores de este punto de vista, la creencia religiosa ha sido prevista por la evolución con una doble función: por un lado, para ayudar a los seres humanos a superar las dificultades de la vida, y por otro lado, para contribuir a la supervivencia, lo que explica por sí mismo su implantación en la neurogénesis.
http://www.tendencias21.net/Una-nueva-investigacion-descubre-la-base-neurologica-de-la-espiritualidad_a138.html
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