El arte de librarse de la violencia más que por la no-violencia.


A lo largo de nuestra vida podemos encontrarnos con provocaciones con espada y sin espada, en estos tiempos modernos las provocaciones son mas de las de sin espada. Pero aunque este cuento oriental es de otra época sigue sirviendo para reflexionar y trata sobre como la sabiduría y el autocontrol emocional debe prevalecer, y seguir los consejos de Ghandi sobre la no-vilencia.

Cerca de Tokio vivía un gran samurai, ya viejo, que se dedicaba a enseñar a los jóvenes. Pese a su avanzada edad se decía que todavía era capaz de derrotar a cualquier adversario. Una tarde, un guerrero conocido por la falta de escrúpulos apareció por su casa. Era famoso por utilizar la técnica de la provocación. Esperaba que su adversario hiciera el primer movimiento y, dotado de una privilegiada inteligencia para observar los errores cometidos, contraatacaba con una velocidad fulminante. Debido a la reputación del viejo samurai, fue hasta allá para derrotarlo y aumentar su fama.

Todos los estudiantes se manifestaron en contra de la idea, pero el anciano aceptó el desafío. Todos se dirigieron a la plaza de la ciudad y el joven guerrero empezó a insultar al anciano maestro. Le tiró piedras, le escupió en la cara y le gritó con todos los insultos más soeces, pero el viejo quedó impasible. Al final, exhausto, el guerrero se retiró. Desilusionados de que el maestro aceptara tantos insultos y provocaciones, los alumnos le preguntaron:

—¿Por qué lo has hecho? ¿Por qué has soportado tanta indignidad? ¿Por qué no has usado tu espada aunque pudieras perder, en lugar de mostrarte cobarde ante todos nosotros?

El maestro preguntó:

—Si alguien llega, os hace un regalo y vosotros no lo aceptáis, ¿a quién pertenece el obsequio?


—A quién quería entregarlo —respondió uno de los alumnos.

Lo mismo sucede con la envidia, la rabia y los insultos, dijo el maestro: Cuando no se aceptan, continúan en poder de quien los traía con él.

Difícil, pero no imposible. No responder a las agresiones evita problemas posteriores. Pero también hay algo muy importante y valioso: nos hace vencedores sin prácticamente haber luchado.

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