El cazador de sueños inocentes ( 2 ).



Las mujeres del insomnio


En los márgenes de la ciudad, donde las luces ya no llegaban, vivían las mujeres del insomnio. Nadie sabía exactamente cuántas eran ni cuándo habían empezado a reunirse. Dormían con los ojos abiertos, hablaban en voz baja y, según los informes oficiales, sufrían un tipo de “vigilia compartida”. Pero Erick había leído entre líneas: soñaban despiertas.


Las encontró en un antiguo hospital psiquiátrico, reconvertido en refugio. El edificio estaba cubierto de musgo gris y cables eléctricos que zumbaban con un pulso casi orgánico. Dentro, el aire olía a ozono y leche agria. Había dibujos de colores en las paredes: paisajes imposibles, rostros sonrientes, fragmentos de recuerdos que ninguna de ellas decía haber pintado.


La líder del grupo, una mujer de cabello blanco y mirada transparente, lo recibió con una calma que desarmaba.


—Nosotras no soñamos —dijo—. Vemos los sueños de otros.


—¿Cómo es posible? —preguntó Erick, activando en secreto su grabadora cerebral.


—No lo sabemos. Solo ocurre cuando alguien duerme cerca. Entonces lo vemos todo… como si su mente se abriera y pasara por nosotras.


Erick observó sus pupilas: dilatadas, luminosas, reflejando tonos azules y rosados. Pensó que quizá sus cerebros habían mutado, generando un tipo de resonancia empática. Una forma nueva de transmisión de sueños.


Encendió su equipo portátil y captó las ondas. Eran idénticas a las del niño del silencio. Las mismas frecuencias armónicas, las mismas modulaciones suaves que parecían respiración.


De pronto, todas las mujeres giraron la cabeza a la vez, como si escucharan algo.


—Alguien está soñando —susurró la líder—. Un niño. Muy lejos de aquí.


Erick sintió un escalofrío. La antena comenzó a registrar una señal creciente. Era imposible: los sueños no podían transmitirse a distancia. Y sin embargo, allí estaban ellas, recibiendo imágenes que ninguna máquina había detectado antes.


Antes de irse, una de ellas le tomó la mano.

—Cuando vuelvan los sueños —le dijo—, nadie dormirá igual.


Esa noche, Erick no pudo cerrar los ojos. En la oscuridad de su laboratorio, creyó ver sombras moviéndose sobre el techo, como si los sueños ajenos hubieran venido a observarlo.





Comentarios

  1. Anónimo13:27

    Maravilloso cuento para todas las edades, ojala nunca olvidemos la forma de soñar y nuestro mundo no se vuelva como esa ciudad triste y oscura.
    Enhorabuena por tu creación.

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  2. Oh, lo leí al revés. Pero no me quedó claro adonde iban los sueños.
    De todas maneras, el cuento es estupendo (leido bien, claro está), y me ha gustado mucho.

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  3. Oh, lo leí al revés. Pero no me quedó claro adonde iban los sueños.
    De todas maneras, el cuento es estupendo (leido bien, claro está), y me ha gustado mucho.

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  4. Muchas gracias, el cuento va en el orden inverso de la publicación. Un saludo.

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