Camelladas.
Cuando era pequeña mi abuela Faustina me contaba historias muy bonitas, unas de sus vivencias y otras que le habían contado a ella, asi fue como conoci la sutil forma de pensamiento que tienen los camellos. Yo las llamo "camelladas" porque son ataduras imaginarias, falsas creencias sobre nuestro mundo, cosas que los demás nos hacen creer que son tan ciertas, que al final terminamos actuando y sintiendo como si lo fueran.
Y ahora también se que además de las ataduras externas hay cosas que nuestro cerebro maquina, se imagina, nos ata y nos desata mediante aprendizajes erroneos. Quizas en estos días que me ha dado por pensar en el tabaco, sea bueno que sepaís que podeís dejarlo cuando queraís. Que solo teneís que hablar muy seriamente con vuestro cerebro para que no os de la lata con esa necesidad imperiosa de las adicciones, de la ansiedad, de la compulsión...
Este cuento anónimo y ancestral ya lo publique con antelación, por el mes de julio, pero prefiero volver a sacarlo con la nueva introducción. Y también para que comprendáis porque nada mas oirlo ya me sentí aludida y en cierta forma un poco más libre desde aquel momento.
“Hace muchos, muchos años una caravana de camellos cargados de ricas mercancías atravesaba un recóndito desierto. Su guía, un joven muchacho, estaba deseando llegar hasta el pequeño oasis en el que podrían pasar la noche. Llegaron al final de la tarde y el anciano que cuidaba el pozo de agua junto a las palmeras le saludo amablemente y le invito para que atase sus camellos a cada una de las estacas que había clavadas en la arena para tal fin.
Sin embargo, el joven pronto se dio cuenta que solo había veinte estacas y él llevaba veintiún camellos. Ato sus veinte camellos y con el último no sabia que hacer. Si no lo ataba durante la noche podía escapar y perderse, y si tenía que vigilarlo entonces no podría descansar. El anciano casi adivinando sus pensamientos se acerco hasta él y le ofreció una solución, pero al escucharla el muchacho un tanto incrédulo pensó que era absurda.
El anciano le dijo: no te preocupes, tú te colocas delante del camello, haces como que lo atas a una estaca imaginaria, mueves tus manos y tus brazos para que no le quepa duda de que está bien atado y déjalo allí. Luego duerme tranquilo.
El camellero así lo hizo, se situó delante del camello y comenzó a mover sus manos de aquí para allá como hacía siempre que lo ataba. Mientras el camello miraba atentamente la forma en que le ataban con ese cordel imaginario. Cuando el joven termino la operación el camello se tendió, exactamente como habían hecho los demás.
A la mañana siguiente el camellero comenzó a desatar a los camellos y estos empezaron a levantarse pesadamente para reanudar la marcha. Sin embargo el camello número veintiuno no obedecía y a pesar de sus gritos continuaba tendido.
Entonces el anciano se acerco de nuevo y le explico que el camello pensaba que todavía estaba atado y que debería acercarse y desatarlo primero. ¿Cómo? Si el camello realmente no esta atado, pensó el joven. Muy sencillo le dijo el anciano: mueve tus manos delante de sus ojos, para que el camello comprenda que está ya desatado y libre para el camino. El camellero obedeció, movió de nuevo sus brazos en dirección contraria a como lo había hecho la tarde anterior, de esa forma fue desatando cada uno de los nudos imaginarios que había realizado con aquel invisible cordel. Una vez terminado ni siquiera necesito decir nada, el camello que ahora se sentía libre se levanto y se puso en fila detrás de sus compañeros para reanudar la marcha”.
Y durante el resto de su vida el camellero continúo recordando lo que había aprendido en aquel oasis. Supongo que pensó como muchas de nuestras ataduras son tan imaginarias como los nudos de aquel cordel invisible y como cada uno de nosotros llegamos a creérnoslo a lo largo de toda una vida.
Y de qué forma los límites NO los impone la realidad, sino nuestras propias creencias. Somos como ese camello, atados sin cuerda. Así que conozcamos a ese camello que todos llevamos dentro para cambiar nuestros pensamientos equivocados sobre el dolor, la ansiedad, el tabaco, el alcohol...Sobre todo lo que no tenemos porque sufrir por nuestras falsas creencias.
Sin embargo, siempre se esta a tiempo de romper esas cadenas y siempre se esta a tiempo de encontrar la autentica libertad encontrándose a si mismo y liberandose de ataduras innecesarias, falsas y dañinas. Así que por mi parte seguimos en ello.
Y de qué forma los límites NO los impone la realidad, sino nuestras propias creencias. Somos como ese camello, atados sin cuerda. Así que conozcamos a ese camello que todos llevamos dentro para cambiar nuestros pensamientos equivocados sobre el dolor, la ansiedad, el tabaco, el alcohol...Sobre todo lo que no tenemos porque sufrir por nuestras falsas creencias.
Sin embargo, siempre se esta a tiempo de romper esas cadenas y siempre se esta a tiempo de encontrar la autentica libertad encontrándose a si mismo y liberandose de ataduras innecesarias, falsas y dañinas. Así que por mi parte seguimos en ello.
Buenas noches Neuriwoman. Nada más preciado que la libertad...de nosotros mismos.
ResponderEliminarSaludos enormes.
Buenos días Neuriwoman.
ResponderEliminarLa bella historia que acabo de leer en tu entrada de hoy me anima a seguir paseando por tu blog en mi primer encuentro con él. Lo del camello es el efecto placebo que pone de manifiesto tantas ataduras que tenemos los seres humanos tan gaseosas como absurdas y que sólo habitan en nuestro cerebro. Particularmente tomo nota y te agradezco el mensaje que lleva esta linda historia.
Un saludo cordial y sigo con mi paseo.
Un cuento con un mensaje muy claro sobre las ataduras que tiene el ser humano... las reales y las imaginarias. ¡Cuánta razón tenía tu abuela!. Me doy por aludida, "touché", y voy a intentar aplicarme el mensaje en mi vida.
ResponderEliminar¡¡¡¡Gracias!!!!.
Ahora, otra cosa, ¿cómo te encuentras?. Ayer leí que estabas, otra vez, "pochinga"... ¿Es que no te pueden dar algo para que estés mejor mucho más tiempo?. ¡Me da una rabia que cada poco no te encuentres bien!.
Te deseo tantas cosas para que mejores la salud; para mí, es el mayor regalo... Ya desde hace años, no ambiciono ni casas grandes, ni coches estupendos, ni ropas carísimas, ni un chalecito para el verano... Solo que mi gente (familia y amigos) estén bien. Tú estás entre los segundos así que tendré que hablar con mis duendes...
Un beso fortísimo de tu amiga.
Espero que te encuentres mejor aunque me consta que sabes llevar con bendita paciencia las limitaciones físicas.
ResponderEliminarEl cuento es genial. Una manera de interpretarlo es el de las "formas", estamos mucho más atado por las formas cuando lo importante son los fondos. Por eso resulta tan dificil liberarse de un mundo donde lo que se impone es la "realidad formal". Un fuerte abrazo.
Preciosa historia que nos invita a la reflexión. Hay tanto por descubrir........
ResponderEliminarSaludos desde el Olimpo.
No está la historia.
ResponderEliminarBonita y instructiva.
Saludos.
Perdón quería decir: "Que no estaba mal la historia" pero me comí unas palabras.
ResponderEliminarSorry. xDDD
Simplemente es precioso, me ha recordado a otro cuento que habla de pequeñas cadenas, estacas finas y elefantes....¿lo conoces Neuri?...Más o menos viene a decirnos lo mismo que este tuyo de camellos.
ResponderEliminarAbracitos amiga.
P.d: Espero que no sea nada serio lo tuyo y muy pronto te encuentres reestablecida totalmente.
Como siempre que me pasa por aquí, aprendo y aprendo. Muy interesante este cuento, sobre todo porque es cierto lo que dice.
ResponderEliminarCuantas ataduras de esas debemos tener y ni nos enteramos. Vivimos con ellas sin ser conscientes de que nos limitan.
bessoss!!
LUNA: Tienes razón la libertad es un bien preciado que a veces no sabemos apreciar.
ResponderEliminarBesos.
JOTA MATE: Me alegra que su paseo matutino le haya traído hasta aqui, tomo nota de su presencia y le deseo un feliz paseo por la blogosfera.
ResponderEliminarSaludos cordiales.
TOWANDA:Gracias amiga, pero no te preocupes que en esta ocasión dolor no hay. Y para darme ya no queda nada, pero podrían quitarme "unos 80 añitos de encima". :D
ResponderEliminarUn beso.
EMEJOTA: En efecto tienes razón en que estamos más pendientes de lo externo y las formas, que de los fondos.
ResponderEliminarUn beso.
LUNA: Bienvenida a mi universo que tiene dos lunas, la de la noche y la del día. Me complace saber que en el Olimpo también se reflexiona.
ResponderEliminarUn beso.
RANDALL FLAGG: No te preocupes que ya te habíamos entendido.
ResponderEliminarBesos.
ACRÓBATA: De elefantes solo conozco el cuento de "Los ciegos y el elefante" que trata de las partes y el todo, también de como la percepción de un solo punto de vista distorsiona la visión del todo. Es que los orientales son muy sabios.
ResponderEliminarEstoy bien, nada de que preocuparse, solo que me sobran 80 años y nadie me los quiere quitar.
Besos.
ISAMONALISA: Tienes razón, nunca nos damos cuenta de esas ataduras hasta que nos hemos librado de ellas. Y si no las percibimos ahi se nos quedan estancadas para siempre.
ResponderEliminarBesos.
Exageraaaaaaaada!
ResponderEliminarEres la más joven del mundo.
Un fortísimo achuchón de sábado.
si yo soy el camello, el muerdo...por engañarme
ResponderEliminarMuy buen cuento , me ha gustado mucho.
ResponderEliminarTOWANDA: Si, reina. No veas como pasa el tiempo hace tres días en prescolar y ahora ya me ves...Gracias por el achuchon sabadeño, pero no me deís tanto mimo que luego me acostumbraís mal.
ResponderEliminarBesitos a mis niñas.
NOELPLEBEYO: Nooo, tu eres un lindo gatito! Como vuelvas a decir que eres un camello mordedor te voy a tener que llevar al psicologo de Vietnan, siiii el del rio Perfume!
ResponderEliminarSaludos, gatito.
EL SIBARITA POBRE: Que tal mi distinguido amigo, me encanta ese sibaritismo de tu nombre junto a la humildad de tu apellido...pero me gustan mucho más las recetas que publicas.
ResponderEliminarBesos.
Me gusta el mensaje del cuento.
ResponderEliminarBuena reflexión.
Saludos.
TORO SALVAJE: Gracias, Xavi. Se agradece.
ResponderEliminarSaludos.
Claro que tenemos muchas ataduras conseguidas a lo largo de nuestra vida, las peores son las imaginarias que pueblan nuestro cerebro y condicionan nuestras vidas.
ResponderEliminarTenemos que saber romperlas y dominar nuestros apegos para poder ser libres de verdad.
La única forma de ser feliz es ser libre sin ataduras de ningún genero, sin apegos a nadie y a nada.
Un abrazo.
iglesiasoviedo: tienes razón pero es una empresa dificil desatar tanto nudo.
ResponderEliminarSaludos.
Un cuento interesante Neuriwoman.
ResponderEliminarMe deja pensando y mucho....
Saludos
CUal es el título que tienes Neuriwoman en la Sala
Manuel: Que tal señor Marqués, mejor ya de su gripe?.
ResponderEliminarEn efecto es uno de esos cuentos anonimos y orientales que tanta sabiduría transmiten.
Lastima que ademas de llevar un camello dentro también tenemos memoría tipo pez, unos 5 segundos, para olvidar tan sabias palabras.
Quien me deja pensando ahora es usted con la pregunta final de: "Cual es el título que tengo en la Sala".
Como intuyo, y si no corrijame de mi error, se refiere vuesa merced a la famosa Sala Capitular.
Pues le confieso que soy Plebeya, pertenezco al vulgo, la turba, el gentío, a la gente llana del pueblo.
No tengo titulo de nobleza ni en la Sala ni fuera de ella.
Mis saludos más cordiales.
Un buen día un niño al que habían llevado a ver el circo le pregunta algo entristecido a su abuelo el por qué los elefantes que son enormes y tienen una fuerza descomunal se conforman a permanecer encadenados de una pata con una fina cadena amarrada a una pequeña estaca clavada al suelo cuando con un solo tirón la arrancarian y volverian a ser libres, a lo que su abuelo le contesta porque esos mismos elefantes enormes fueron encadenados de pequeñitos con esa misma cadena y seguro que se tiraron todo el día pegando tirones para liberarse consiguiendo unicamente lastimarse su pata y eso se les grabó tan nitidamente en su mente que piensan que siempre será así...
ResponderEliminarPues los humanos en muchos aspectos somos muy parecidos, un buen día nos colocaron una cadena y si en un principio no pudimos romperla al final nos conformamos a ella creyendo que siempre sería imposible zafarnos....nada más lejos de la realidad, la única cadena que es irrompible es la que nosotros mismos nos amarramos......yo cada día sigo intentando romper la mía, seguro que ya me queda menos...
Bueno Neuri ahí te dejo la historia de los elefantes, espero que te guste.
Abrazos.
P.d: La edad solo es un dato númerico, y 80 años no son tantos si tuviesemos la esperanza de vida de una tortuga....cuidate mucho amiga.
Bonita historia, y digna de que hagas una buena entrada con ella, me ha gustado mucho. No la conocía y tampoco tengo 80 años, ya imaginarás que son bromas que nos gastamos por aqui.
ResponderEliminarMis saludos más cordiales.
Yo conozco mis ataduras, pero no he podido romperlas... y siento que por mas que lo intente no lo lograré sin ayuda.
ResponderEliminarQ linda historia, gracias.
Un aullido
CARLOBITO: todos tenemos ataduras y las que conocemos no son las peligrosas, si no aquellas de las que no nos hemos dado ni cuenta.
ResponderEliminarSaludos.