Arte en la Ferretería.

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Pues claro que se puede hacer arte en una ferreteria, con solo unos cuantos clavos, tuercas y tornillos posando de modelos para nosotros hemos ido descubriendo un poco más sobre su vida.

O es que pensabaís que cuando se cerraban las Ferreterías sus elementos de tornilleria se quedaban alli quietecitos, sin vida propia.

Pues no, ellos tienen vida mágica por las noches cuando todos dormimos y juegan por la casa, y hasta por la valla del jardín. Donde visitan a sus amigos alli injustamente clavados como psicoterapia de la ira.

Los clavos piensan que en vez de utilizarlos a ellos y martillear sus cabezas, lo que les ocasiona continuas jaquecas, la gente podría pegarse cabezazos en las paredes y seguro que mejoraban igual de su mal genio.

Algunas sueñan con ser artistas, de la danza por ejemplo, y por eso ensayan largas horas a la luz de la luna. Poniendo poses de bailarina aunque sin su cisne negro, que en las ferreterías patos y cisnes no suelen abundar.

 

Otras prefieren ritmos más trepidantes y actuan de go-go en alguna esquina recondita de la discoteca ferreteril. Alli se contonean abrazadas a la barra en la que hacen mil peripecias para mantener entretenidos a sus visitantes.

 

Otros clavos más ancianos le cuentan a sus amigos la última lumbalgía que les mantiene fuera de toda actividad. Con la esperanza de que algún día puedan recuperar su lisa columna sin tanta curvatura, dicen que es cosa de su cerebro machacado que da instrucciones incorrectas al resto del cuerpo.

 

También tienen los clavos su zona hospitalaria donde descansan los más enfermos y sus amigos pueden visitarles para traerles flores de esquirlas de destornillador y liquidos antioxidantes para aliviar su deterioro.

 

Los clavos que se guardan en los cajones más cercanos a los tarugos de madera (que aqui no es un insulto, es que se llaman así realmente). Bueno pues esos son los más afortunados porque pueden construirse casitas de madera como esos dos que vemos de charla en el porche de su casa.

 

También hay clavos solitarios y urbanitas que guardan su soledad bajo la artificial luz de un flexo que ellos imaginan una gran farola de la gran ciudad. Y alli pensando, meditando, pasando el tiempo esperan hasta que llegue la luz del día sin juntarse con el resto de clavos.

Despues de tanto hablar de lumbagos y oxidamientos no creaís que todos son viejos, porque el material de la ferretería se reabastece continuamente. Aqui tenemos dos jovenzuelos que charlan animadamente sobre sus proyectos de futuro: quizas un artesonado de madera, un travesaño de una barca... quien sabe porque estan deseosos de vivir aventuras fuera de alli y ser vendidos muy pronto.

 

A veces son un poco intolerantes y no les gusta que en su cajón de clavos se cuele ninguca tuerca, por eso al llegar la noche aprovechan para decirselo antes de salir de marcha.

De los que salen de marcha algunos aprovechan para llevarse el coche y poder recorrer todos los almacenes sin cansarse andando. Por que ya imaginais que teniendo solo un pie debe ser muy cansado ir a saltitos por todos los pasillos. Así que con las piezas apropiadas se construyen sus cacharritos con ruedas y a volar.

Otros ya tienen demasiada edad y solo les apetece sentarse en un banquito de madera que hay al final del segundo pasillo a la derecha, para hablar de su amor. Un amor cuasi eterno porque llevan alli varios años sin ser comprados por nadie. Y estos dos en particular estan muy enamorados.

Y esta es un poco por encima la vida de unos clavos cualquiera en una ferretería cualquiera del centro de la ciudad. Unos clavos con vida propia, con ilusiones, con ideales, con frustraciones que deben ocultar durante el día de las curiosas miradas de los humanos.