Petrea: El Refugio de los Pensamientos. (4)
Comienzo a despertar, y noto que ya no estoy en la entrada de aquella catacumba, ahora siento que me encuentro varios niveles más abajo, aquella subterraneidad huele a humedad y me asfixia. Ya se que no tengo pulmones, pero me cuesta respirar y dejar de sentir como un cuerpo en su totalidad. Es como si alguien o algo me hubiese recogido del suelo y durante mi desmayo me hubiesen encerrado en un gran tarro de cristal.
Así encerrada en vidrio y con una tapadera puesta, aislada del sonido y del aire, comienzo a darme cuenta de que no estoy sola. Alli percibo mas pensamientos, y noto como me transportan hacia un destino todavía desconocido. Intuyo que estan hablando de mi, pero apenas entiendo nada y casi nada puedo escuchar desde mi nueva prisión de cristal.
Ahora se han detenido y delante nuestra emerge una especie de muralla eterea y adornada de simbolos tétricos y calaveras humanas de cristal tallado. Esos craneos emiten luces y destellos de distintos colores y de esa forma iluminan el lugar, en una lugubre danza de fuegos fatuos. Pero aquello ya no me produce miedo. En mis circustancias me da mas miedo la soledad que aquella compañia extraña. Son mis iguales, sin cuerpo solo con mente, pensando y pensando en una especie de torbellino que nunca se acaba. Pero presiento que ahora ellos, mis iguales e incorporeos desconocidos, forman parte de mi y yo formo parte de ellos.
Llegados al centro de aquella especie de refugio, ponen el tarro de cristal suavemente sobre una pesada losa de granito, que se asemeja a un altar. Quitan la tapa, y Petrea, el pensamiento de la mujer de piedra, emerge majestuosa como el genio de la lampara.
Así encerrada en vidrio y con una tapadera puesta, aislada del sonido y del aire, comienzo a darme cuenta de que no estoy sola. Alli percibo mas pensamientos, y noto como me transportan hacia un destino todavía desconocido. Intuyo que estan hablando de mi, pero apenas entiendo nada y casi nada puedo escuchar desde mi nueva prisión de cristal.
Ahora se han detenido y delante nuestra emerge una especie de muralla eterea y adornada de simbolos tétricos y calaveras humanas de cristal tallado. Esos craneos emiten luces y destellos de distintos colores y de esa forma iluminan el lugar, en una lugubre danza de fuegos fatuos. Pero aquello ya no me produce miedo. En mis circustancias me da mas miedo la soledad que aquella compañia extraña. Son mis iguales, sin cuerpo solo con mente, pensando y pensando en una especie de torbellino que nunca se acaba. Pero presiento que ahora ellos, mis iguales e incorporeos desconocidos, forman parte de mi y yo formo parte de ellos.
Llegados al centro de aquella especie de refugio, ponen el tarro de cristal suavemente sobre una pesada losa de granito, que se asemeja a un altar. Quitan la tapa, y Petrea, el pensamiento de la mujer de piedra, emerge majestuosa como el genio de la lampara.
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