Todo lo que escuchamos es vibración. Cada sonido —desde una canción que nos conmueve hasta el murmullo del viento— impacta nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestro campo energético. Las vibraciones sonoras no solo nos afectan emocionalmente: también tienen el poder de sanar, elevar o alterar nuestro estado vibracional.
Algunos sonidos activan regiones específicas del cerebro y el cuerpo. Las frecuencias binaurales, por ejemplo, pueden inducir estados de calma profunda, enfoque o sueño. Los mantras, cantos armónicos o cuencos tibetanos resuenan directamente con nuestros centros energéticos, ayudándonos a restaurar el equilibrio interior.
Pero el sonido no está solo fuera de nosotros. Lo que pensamos y luego decimos tiene una vibración propia. Las palabras cargadas de amor, gratitud o verdad elevan nuestra energía. Las palabras duras, de juicio o miedo bajan nuestra frecuencia. Cada vez que hablamos, lanzamos al universo una frecuencia que inevitablemente regresa a nosotros.
Vibrar conscientemente con el sonido significa elegir qué escuchamos, qué decimos y cómo nos hablamos a nosotros mismos. Porque el universo responde no solo a nuestras acciones, sino a nuestra vibración. Y la voz es una de las formas más potentes de emitirla.
Vibrar con el Universo
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