“Cada mañana, al abrir los ojos, no solo comienza un nuevo día: se reactiva nuestra historia, nuestras decisiones pendientes y la posibilidad de volver a habitar el mundo”
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Dormir y despertar son actos tan cotidianos que rara vez nos detenemos a pensarlos. Dormir nos parece tan natural como respirar, pero el momento del despertar encierra un misterio mucho más profundo de lo que habitualmente pensamos. No se trata solo de “abrir los ojos”: despertar significa que la conciencia regresa al mundo. Entendiendo que no es solo un mecanismo del cuerpo, sino también un acontecimiento existencial que nos devuelve, una y otra vez, al mundo.
Durante el sueño, el yo se diluye. En los sueños podemos ser múltiples o fragmentarios, sin memoria ni identidad estable. Pero al despertar, reaparece la continuidad: recordamos nuestro nombre, nuestra historia, lo que dejamos pendiente ayer. Cada mañana es, en cierto modo, un acto de reconstrucción de la identidad. Despertar es volver a ser alguien. Es una reconfiguración de la conciencia que nos reintegra en nuestra biografía.
¿Pero por qué despertamos en un momento concreto y no seguimos durmiendo indefinidamente? La biología tiene una parte de la respuesta: los ritmos circadianos, la luz, la caída de la melatonina y el aumento del cortisol.
Pero hay otra cara más profunda: el mundo nos reclama. El hambre, los vínculos, las responsabilidades, el simple paso del día que nos envuelve. Todo ello tira de la conciencia hacia afuera y nos obliga a ser arrojados de nuevo al estar-en-el-mundo.
¿Podría ser que dormir y despertar fuese un ensayo de la muerte? El sueño se ha interpretado muchas veces como una metáfora de la muerte: una suspensión parcial de la existencia, una retirada del escenario. Al despertar, regresamos como si naciéramos de nuevo.
Cada ciclo de sueño es, en cierto modo, un ensayo de ese tránsito: nos disolvemos en la oscuridad de la inconsciencia y resurgimos en la claridad de la vigilia. Despertar es de esta manera un renacimiento cotidiano.
Lo más sorprendente es que no elegimos del todo despertar. Incluso cuando deseamos seguir durmiendo, algo en nosotros se activa y nos empuja hacia la vigilia. Podemos llamarlo biología, pero también puede entenderse como una “voluntad de vida” que insiste en imponerse. De este modo, despertar es una afirmación silenciosa de la existencia. Una forma de decir: todavía hay algo que hacer, alguien que ser.
Cada amanecer no es solo un ciclo biológico, sino una pequeña victoria de la existencia sobre el olvido del sueño.
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