Anoche veía un documental sobre la Gran Glaciación. Las imágenes mostraban cómo el hielo había avanzado lentamente, cubriendo montañas, océanos y valles enteros. Era una belleza inmóvil, una quietud que borraba la vida pero también la preservaba bajo su peso. Y mientras lo observaba, pensé que algo parecido ocurre dentro de nosotros: también la mente puede congelarse.
El hielo quiebra la roca, quema el suelo y silencia las plantas. En el ser humano, ese hielo invisible aparece cuando la vida sobrepasa, cuando el cansancio o el miedo superan la capacidad de sentir.
No hay explosión ni llanto, solo una especie de suspensión. Las emociones se endurecen, los pensamientos dejan de fluir. Todo sigue ahí, pero detenido, como si la conciencia se hubiera replegado para no quebrarse.
Desde fuera, parece frialdad o desapego. Desde dentro, es defensa. El hielo interior no destruye: conserva. Guarda lo que no puede procesarse todavía, lo protege del contacto con la herida. No es vacío, sino un modo extremo de supervivencia.
En la naturaleza, las glaciaciones fueron devastadoras, pero también esenciales: bajo el hielo quedaron preservadas semillas, organismos y paisajes que después volvieron a emerger. En el plano mental ocurre igual. El pensamiento congelado no es el final del movimiento, sino un paréntesis que impide que el dolor lo consuma todo.
En algunos momentos la mente necesita su propia glaciación para poder seguir existiendo. Un tiempo de hielo donde el alma se recoge, no por rendición, sino por prudencia. Porque incluso el silencio helado puede ser una forma de vida latente, esperando el momento justo para volver a moverse, para volver a sentir.
Colección: LA MATERIA QUE PIENSA (Neuriwoman)
Capítulo 8.7.- El tiempo de hielo: cuando la vida aún late en su interior.

You described that well. It's important to stay mentally and physically active and not become rigid.
ResponderEliminarI wish you a wonderful weekend
Greetings from Vienna