Por qué compramos Lotería de Navidad



¿Os habéis dado cuenta de que en Navidad suceden cosas tan extrañas como que personas que nunca juegan ni les gustan los juegos de azar se vuelven locas comprando billetes de lotería y que incluso la gente que ni siquiera lleva un décimo se pasa la mañana del sorteo siguiéndolo por la tele? Pues así es y cada año cuando va llegando diciembre, millones de personas repiten el ritual de comprar la lotería de Navidad, reparten décimos entre amigos y esperan el sorteo como si fuera un acontecimiento sagrado. Y, sin embargo, casi todos sabemos que las probabilidades de ganar son escasas. ¿Por qué lo hacemos? 


La respuesta no está en la suerte, sino en la psicología del tiempo suspendido. Ese espacio emocional que se abre entre la compra y el sorteo, donde el cerebro vive en modo esperanza. En esa espera se libera dopamina: la molécula de la anticipación. Mientras piensas en que quizás este año toqué, lo que harías con el dinero, con quien lo compartirías… No importa el resultado; lo placentero es imaginarlo. 


Cuando compras un número —y especialmente si lo repites año tras año— se produce un fenómeno llamado efecto dotación: le atribuimos más valor a lo que ya consideramos “nuestro”. Por eso muchas personas sienten auténtica pérdida emocional si un año no lo compran y luego sale premiado. No se trata solo del dinero, sino del vínculo psicológico con “su número”. 


Durante esas semanas previas al sorteo, el número se convierte en un símbolo. Nos trae recuerdos, nos conecta con años pasados, con quienes ya no están, con la ilusión de que algo bueno podría ocurrir. Es un ritual de continuidad identitaria: al comprar el mismo número cada año, confirmamos que seguimos siendo los mismos, pese al paso del tiempo. 


También compartimos décimos y eso refuerza el vínculo social. En un mundo fragmentado, la lotería funciona como un pegamento emocional: si toca, toca a todos. Ese gesto activa circuitos de oxitocina, el neurotransmisor del apego, y convierte un juego improbable en toda una experiencia colectiva. 


En el fondo, la lotería de Navidad es especial, no se juega con dinero sino con esperanza. Es un pequeño pacto cultural que nos permite detener el tiempo, creer —aunque sea un instante— que la suerte puede tocar nuestra puerta. Después, la vida sigue. Pero durante ese tiempo suspendido, hemos formado parte de un mismo sueño compartido.


Colección: LA MATERIA QUE PIENSA (Neuriwoman)
Capítulo 8.6.- El tiempo suspendido: el placer de anticipar.


Comentarios

  1. Hace 7 años decidí no comprar ni un dëcimo (ni participación) más de la lotería. Y lo cumplo. ¡Ni uno!
    Salu2, Neuriwoman.

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  2. Buenas mañana de domingo, y una esperanza en el horizonte como es ese décimo de lotería.
    Muy acertadas tus palabras, así es como vivimos esos días previos al sorteo de Navidad.
    Un décimo es más que una cantidad de dinero que nos saque de una crisis económica, es un lazo de amistad, de ilusión, de imaginar que haríamos con ese dinero, y sobre todo el compartir.
    ¿Por qué quién no tiene un décimo a medias con familia o amigos y compañeros?
    Es la magia de la Navidad.
    Un besote y muy feliz domingo 😘 😘

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