Barcas sobre la arena: una mirada al tempus fugit



“Brisa y arena, 

reposan las barcas

bajo el cielo”


Colección de Haikus “Cuatro Estaciones”
 (Neuriwoman) Otoño nº 2


Las barcas volcadas sobre la arena del otoño guardan un silencio que resuena más que el bullicio de verano. Allí, inmóviles, parecen mirar al horizonte con la nostalgia de quien sabe que su destino es el movimiento, pero que por ahora se verá obligado a la quietud. Una espera para rememorar que el tiempo transcurre, con independencia de que avancemos o permanezcamos quietos.


El tempus fugit —esa certeza de que el tiempo se escapa— se percibe con nitidez en la estampa de las barcas varadas. La madera blanca se erosiona, la pintura se cuartea bajo el sol, y la arena que las sostiene cambia de forma con cada brisa. Nada permanece igual, ni siquiera en la aparente quietud de una playa sin olas.


Cada barca encarna lo vivido que se acumula como capas invisibles sobre el casco, y lo venidero se diluye en un horizonte que nunca se detiene. Y nos recuerda que la vida, al igual que el mar, no espera.


El paso del tiempo no borrará sus huellas, pero las transformará. Lo que hoy vemos como un objeto estático —barcas alineadas en la arena— mañana será distinto: un nuevo desgaste, una marea que avance un poco más, un cambio en la luz del cielo. 

En esa transformación continua se refleja la condición humana: somos viajeros en tránsito, varados solo por unos instantes, antes de que la corriente nos arrastre de nuevo. El instante es lo único que poseemos, y aún en la espera el tiempo sigue corriendo.


Fotografía de los paseos por la playa de Rincón de la Victoria, Málaga.

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