Aún no os lo había contado, pero tengo un pequeño secreto y es que a veces me gusta viajar hasta lejanos rincones de los Mundos Inexistentes.
Como exploradora de universos interiores, conozco bien los pliegues ocultos del tiempo, esos que solo se abren para quienes aún recordamos cómo soñar. Y uno de esos lugares que tanto deseaba visitar —el más dulce y dorado de todos— es el Mundo Melífero.
Ya sois conocedores de mi curiosidad sobre las misteriosas artes de los Onironautas, sobre todo para viajar en el espacio-tiempo envuelta por la capa de los sueños.
Pero lo que no sabíais es que nunca lo hago con máquinas, ni totems ni con relojes, sino mediante memoria inversa. Tan sencillo como soñar lugares que todavía no existen, que al hacerlo, se autocrean y reconfiguran para mí, abriendo todas sus puertas.
De esta manera al quedar guardados en mi memoria, se van mezclando en una especie de sopa primordial con los pensamientos y la imaginación y así comienza a germinar la semilla de su propia existencia.
Cuando llegué a ese mundo tan maravilloso, quedé convertida en parte del paisaje. Las abejas revoloteaban entre mi cabello como guardianas del tiempo lento, y con sus alas —en un efecto mariposa— marcaban los segundos de otros mundos distantes.
Allí, el aire era cálido y vibraba con un zumbido suave. Podía flotar sostenida en el aroma de las flores. Y el suelo era un panal inmenso que latía bajo mis pies como si la tierra tuviera pulso. Incluso podía dormir envuelta en capullos de néctar tibio, donde los sueños eran compartidos por todas las criaturas del lugar.
Además me nutría del silencio y del tacto de sus alas. Que en cada roce dejaban una chispa de luz en mi piel, como si estuvieran escribiendo algo en mí. Y no necesitaba nada más.
Pero los mundos inexistentes nunca retienen. Llegado el final del sueño, me deslicé fuera del tiempo una vez más. Abandonando aquel espacio dorado con el dulce y zumbón aroma del Mundo Melífero todavía en mi piel.
¿Sabías que hay mundos inexistentes, y que solo basta con soñarlos para que empiecen a existir? ¿O imaginarlos o solo pensarlos? ¿Y que muchos de los grandes inventos y algunas fórmulas de las que cambiaron el mundo surgieron durante un sueño? Pues así es, basta con pensar, imaginar, soñar, dibujar o escribir sobre ellos para que puedan convertirse en realidad.
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RETO DE GINEBRA
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Este Relato ha sido mi participación en la convocatoria de nuestra amiga Ginebra para el mes de septiembre, que en mi caso se ha inspirado en su propuesta de “Retratos de Fantasía nº7” de la artista Jenny Liz Rome.
Podéis clicar sobre su nombre o esta última imagen para visitar su blog “Serendipia” si queréis saber más sobre este reto y también para leer los relatos de los demás participantes.
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Muchas gracias Ginebra |
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