.
Sabías que la imagen de una gota de agua que anhela llegar al océano ha sido utilizada durante siglos como metáfora del alma humana que busca su origen, su sentido o su plenitud.
Pero quizás también deberíamos considerar otras perspectivas: ¿y si la gota no buscara el océano? ¿Y si es que ya lo lleva dentro?
A menudo pensamos que estamos incompletos, que nos falta algo para ser verdaderamente nosotros. Perseguimos pertenencia, unidad, expansión. Sin embargo, esta búsqueda externa a veces nos aleja de una verdad simple: la totalidad no está fuera, sino contenida en nosotros mismos, en lo más pequeño.
Una gota de agua no necesita buscar el océano porque es océano. Contiene su esencia, su memoria, sus minerales, su sal. No es una parte separada, sino una expresión de lo mismo.
Lo olvidamos cuando nos identificamos con la forma —con ser una gota individual—, olvidando la sustancia común que nos vincula.
A veces basta con reconocer lo que ya es, lo que late en cada célula. Porque cuando una gota se encuentra, el océano se reconoce en ella.

Te expresas muy bien y haces que reflexionemos. Tal vez no debemos buscar tanto y centrarnos más en lo que ya somos.
ResponderEliminarexacto todas estas urgencias espirituales son bastante vanas, no hay que buscar lo que no se ha perdido
ResponderEliminar