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Sabías que la imagen de una gota de agua que anhela llegar al océano ha sido utilizada durante siglos como metáfora del alma humana que busca su origen, su sentido o su plenitud.
Pero quizás también deberíamos considerar otras perspectivas: ¿y si la gota no buscara el océano? ¿Y si es que ya lo lleva dentro?
A menudo pensamos que estamos incompletos, que nos falta algo para ser verdaderamente nosotros. Perseguimos pertenencia, unidad, expansión. Sin embargo, esta búsqueda externa a veces nos aleja de una verdad simple: la totalidad no está fuera, sino contenida en nosotros mismos, en lo más pequeño.
Una gota de agua no necesita buscar el océano porque es océano. Contiene su esencia, su memoria, sus minerales, su sal. No es una parte separada, sino una expresión de lo mismo.
Lo olvidamos cuando nos identificamos con la forma —con ser una gota individual—, olvidando la sustancia común que nos vincula.
A veces basta con reconocer lo que ya es, lo que late en cada célula. Porque cuando una gota se encuentra, el océano se reconoce en ella.

Te expresas muy bien y haces que reflexionemos. Tal vez no debemos buscar tanto y centrarnos más en lo que ya somos.
ResponderEliminarexacto todas estas urgencias espirituales son bastante vanas, no hay que buscar lo que no se ha perdido
ResponderEliminarUna reflexión serena y lúcida. La imagen de la gota que ya contiene el océano invita a mirar hacia dentro con menos urgencia y más reconocimiento. Agradezco la manera en que se plantea la plenitud como algo inherente, no como meta lejana. Es un enfoque que dignifica lo cotidiano y lo esencial.
ResponderEliminarQue bonito lo que nos dices, si pienso todos somos océanos y cuando una lágrima nuestra sale de nuestra mirada , en ella va un trocito de él. Un besote grande.
ResponderEliminarInteresante reflexión la tuya, Emilia. La suma de tantas gotas llegan a ser una inmensidad. Hay un refrán que dice: "La gota que colma el vaso" esa última gota, puede significar tanto...
ResponderEliminarQue estés pasando un feliz día.
Besos.
Qué bella metáfora. Nos recuerda que no estamos separados de la totalidad, sino que somos parte viva de ella. A veces olvidamos que el océano ya vibra dentro de cada gota, dentro de nosotros.
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