Las cicatrices de la existencia


“Las marcas no nos definen, pero nos moldean. Nos recuerdan que la fragilidad también es humana y que, si sabemos mirar bien, detrás de cada cicatriz —visible o no— hay una historia de supervivencia”.  

@Neuriwoman.



Las marcas de la vida no siempre se ven. Algunas quedan grabadas en la piel y otras, en la memoria o en algún rincón del alma. Pero todas hablan de lo mismo, de haber pasado por algo que nos hizo mucho daño y nos cambió. 


A veces son heridas que cerraron bien, dejando solo una línea fina como recuerdo. Otras, cicatrices más hondas que el tiempo no logra borrar del todo. Lo curioso es que, aunque intentemos esconderlas, acaban formando parte de nuestro modo de mirar, de hablar, de amar. 


Las marcas, cuando se aceptan, nos vuelven más empáticos. Nos enseñan que nadie llega intacto al presente. Que detrás de cada sonrisa hay una historia, y que el dolor, cuando se transforma, se convierte en comprensión. 


Pero cuando las negamos o las ocultamos, esas mismas huellas pueden volverse muros: nos hacen desconfiar, protegernos en exceso o alejarnos antes de tiempo. 


Aceptar nuestras marcas no significa glorificar el dolor que las ocasionó, sino integrarlo como un dato más de nuestra biografía emocional. Saber que somos la suma de lo vivido, lo que dolió y lo que sanó, es una forma de estar en paz con nosotros mismos y con nuestro propio recorrido.







Comentarios

Seguidores