Te quiero mucho Mama.




Hoy muy temprano he acompañado a mi madre a la playa, todavía surcaban los pescadores las cercanías de la orilla con sus barcas y sus redes de arrastre. Revolviendo todo el fondo, arrancando algas y molestando a los pececillos pequeños que nadaban de una parte a otra en pequeñas bandadas sin saber donde refugiarse.

Es algo que esta prohibido hacer tan cerca de la orilla, a veces pescan incluso entre los nadadores mañaneros. Pero ellos siguen erre que erre hasta que avistan alguna patrullera y salen por pies para evitar la multa.

También hay barquitas pequeñas que echan sus redes y al tirar hacia la orilla aparecen llenas del pescado de la zona, todavía coleteando por la falta de oxigeno y exhaustos por no poder soltarse de la red.

La gente se arremolina a su alrededor para ver el espectáculo, que realmente no tiene nada de espectáculo, pero ya nos conocemos y sabemos que de cualquier cosa hacemos uno. Para mi es algo triste pero me contestan al unísono que es ley de vida, que solo son nuestro alimento.

Después de recoger el copo, arropar las barcas y marcharse con el botín ves que en la orilla quedan flotando sin vida muchas sardinillas que han muerto en la contienda, incluso en la arena las que ellos no han querido recoger.

Así que mi madre y yo, aprovechamos el paseo matutino por la orillita de la mar llevándonos una bolsa de plástico para recoger algo de este pescado que mecen las olas hasta nuestros pies. Lo guardamos y ya de vuelta los vamos colocando en varios platos de porcelana donde las gatas y sus pequeños vienen a comer pescado fresquito.

Nosotras no tenemos gato, pero en verano están por la parcela los que nacieron en primavera, fruto de los devaneos amorosos de un siamés que tiene mi vecina. Todos los gatitos son como él, de un gris oscuro y aterciopelado que enamora. De hecho casi toda la gente que viene a visitarnos adopta uno, porque son preciosos, sanos, guapos, con unos pelajes brillantes y muy cariñosos.

Antes de volver a casa mi madre y yo hablamos, y nos damos un chapuzón en el agua fresquita y tempranera del mar. Después nos damos una ducha y volvemos por el caminito de piedras que han hecho sobre la arena. Para no llenarse los pies nuevamente de ella.

A esas horas ya empiezan a pasar los servicios de limpieza con sus rastrillos y sus camionetas, en el cotidiano intento de dejar la arena limpia para los bañistas del mediodía. Y nosotras después de nuestro paseo volvemos haciendo la compra por el pueblo hasta llegar a casa.

Pero ya no hacemos nada de todo esto, porque hace un año tal día como hoy, mi madre se sintió mal. Tan mal como para quedarnos todo el día en las urgencias del hospital haciéndole pruebas a su dolor. Tan mal como para diagnosticarle que aquel dolor repentino era un cáncer en fase terminal. Tan mal como para no tener tratamiento ni quirúrgico, ni quimio, ni nada que no fuesen cuidados paliativos en casa con nosotros. Y así poquito a poco en solo cuatro meses se marcho de nuestro lado. Y me gusta pensar que se fue feliz sabiendo cuanto la queríamos, viéndonos en todo momento con ella, sabiéndonos entregados a ella y ella a nosotros. Hoy es un día triste para mi y he recordado una historia de hace varios años, cuando todavía ni siquiera habían nacido los niños, y solo íbamos a la playa Ella y yo. Cuanto la echo de menos, cuanto la quería y que pocas veces se lo he dicho con lo mucho que lo merecía. Te quiero mucho Mama.

Comentarios

  1. Gracias Neuriwoman por recordarme la suerte que tengo de poder decirle aún a mi madre lo mucho que la quiero. Te debo una.
    Estoy segura de que la tuya ha recibido tu mensaje. Un abrazo,
    Julia

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  2. Gracias a ti Julia, dile que la quieres tantas veces como puedas porque siempre serán pocas y muchas menos de las que merece.

    Un beso muy grande para ti y para ella.

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