El "efecto harén" bajo "techos de cristal".



Hace pocos días las noticias nuevamente se hacían eco de las estadísticas que demuestran el papel secundario y peor pagado a que se relega a las mujeres de nuestro tiempo en sus trabajos (un salario  inferior en un 22%). Sin embargo, bajo el eternizado "techo de cristal" también existió en escasas ocasiones algo denominado como "efecto harén".

Ya en la historia de la ciencia en el siglo XIX se hablaba del "fenómeno harén" como la predilección por un equipo de investigación totalmente femenino por su eficacia y capacidad de colaboración.

Este grupo lo componían el científico jefe, un varón, que se rodeaba de un equipo básicamente femenino, tan eficiente como el de los hombres pero menos competitivo entre si.



Equipo de astrofísicas de E. Pickering


Así ocurrió, por ejemplo, con el famoso equipo de astrofísicas de Edward Pickering en Harvard o con Erwin F. Smith y sus investigadoras botánicas. Ambos científicos estadounidenses fueron unos avanzados en su tiempo al descubrir y dar paso sin prejuicios al potencial femenino.


Este raro fenómeno languideció desde el principio de los tiempos  bajo el aplastante  “techo de cristal”, un vergonzante muro de misoginia creado por la sociedad que impide a las mujeres el acceso a los puestos directivos científicos y laborales en general.


La expresión "techo de cristal" alude a la existencia de obstáculos invisibles que impiden el progreso en la carrera profesional de las mujeres en las empresas, especialmente cuando sus ascensos las van acercando a la cumbre. 


La idea de invisibilidad se justifica porque su existencia no es explícita, pero sus consecuencias son bien visibles (baja presencia en niveles directivos, diferencias salariales, desigual carga de trabajo...)



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